2.9.08

¡Me he leído "Ulises"!

Tras un intento fallido hace dos veranos, he conseguido terminarme el Ulises de Joyce. Y aunque estas primeras frases puedan sugerir otra cosa, es una lectura de la que he disfrutado enormemente y que recomendaría a cualquiera, a pesar de la fama de ladrillo insportable e ininteligible que parece tener.

Desde luego, lo que no se puede hacer (ni decir) es lo que aconsejaba una presunta "Guía para perder el miedo al Ulises de Joyce", esto es, decir al posible lector que antes de empezar se lea la Odisea, repase la Biblia, adquiera nociones de griego, latín, inglés y gaélico y que tenga en cuenta que hasta que no llegue a la página 300 no se hará con la obra. Más bien podríamos hablar de una Guía para morirse de miedo definitivamente con el Ulises...

No es que sea una lectura fácil, especialmente aquellos pasajes en los que los personajes reflejan lo que en ese momento pasa por sus cabezas, esas frases muchas veces incoherentes e incompletas que habitan en nuestro cerebro, frases que pasan de un asunto a otro sin aparente orden. Tampoco es que vengan mal algunas lecturas previas; yo recomendaría el libro de cuentos Dublineses, del mismo Joyce, ya que no puedo hacer lo mismo con el Retrato del artista adolescente, que hasta ahora no he leído (y sería un prólogo mucho más lógico). Si no se conoce la Odisea, como en mi caso, está bien consultar en algún sitio (¿por qué no en la Wikipedia?) quiénes eran los personajes o lugares a los que aluden los títulos dados por Joyce a los 18 episodios de que consta la novela. Tampoco estaría de más mirar algo de la historia de Irlanda en el siglo XIX, ya que continuamente se alude a hechos entonces acaecidos, saber quién era Parnell, por ejemplo. Incluso tener un pequeño mapa de Dublín, ya que las descripciones de calles y comercios rayan en lo obsesivo.

Y es que a especificar qué comercios eran ésos se dedican gran parte de las notas, que ocupan muchas decenas de páginas y que cualquier edición que se precie ha de tener. A estas descripciones y a decirnos quienes eran los santos, reyes legendarios y políticos irlandeses y británicos a los que continuamente se alude. Y también a decirnos que tal o cual personaje ya ha aparecido en alguna historia de Dublineses o en el Retrato. La novela no es tan oscura como la pintan, a pesar de que Joyce se llegó a regodear diciendo que tendría entretenidos a los críticos durante décadas.

En realidad se trata de las peripecias de dos personajes principales que podrían definirse como los alter ego de Joyce. Stephen Dedalus es un fiel reflejo del autor a los 22 años: pobre, recién llegado de París, con su madre muerta apenas un año antes, lo cual causó en él y en su familia una especie de cataclismo. Leopold Bloom, el absurdo personaje sabelotodo podría ser el Joyce que huyó de su país al ver que sus mentes más esclarecidas se ocupaban de volver hacia la mítica Irlanda del medievo antes de querer situarla entre los países modernos de Europa, un extranjero en su patria como Bloom, judío, hijo de un húngaro, de vida errática. Y los casi patológicos celos de Joyce (tanto en lo referido a su vida literaria como personal) se reflejan en Molly, retrato de su esposa Nora Barnacle, que a pesar de ser designada como Penélope no se ve precisamente adornada con la virtud que caracterizó a la esposa de Ulises: la fidelidad...