18.6.09

Despejando dudas



Ayer mismo una compañera, de baja por enfermedad los dos últimos años, me expresaba su estupor ante los tremendos cambios de esa etapa. Cuando ella se fue, las redes sociales no experimentaban el furor actual, un furor que lleva a muchos al escepticismo y a la duda. Ahora, a la vuelta, intenta ponerse al día un tanto mareada por la vorágine...

¿Sirven realmente para algo? ¿Hay que pensárselo mucho antes de utilizarlas en nuestras bibliotecas? En el vértigo en que vivimos pensárselo mucho puede significar perder el tren. Subirse a él en marcha puede suponer golpes y magulladuras. Ahí está el dilema. Yo soy de los que opina, como decía la canción, que "el que quiera comer peces, que se acuerde del refrán".

Todas estas dudas podrían sin duda quedar resueltas si analizamos lo que está ocurriendo en Irán. Un régimen opaco, autoritario, de esos que piensa que cercenando la información garantiza su continuidad. Eso era así hasta que llegó Internet o, casi mejor dicho, cuando las redes sociales facilitaron enormemente la comunicación entre las personas.

Así que Twitter ya no es esa cosa rara en la que algún actor famosete cuenta sus tonterías, sino el medio, el único medio que tienen muchos iraníes para informar al resto del mundo lo que sus autoridades quieren ocultar. Facebook ya no es esa "cosa" en la que se cuelgan fotos bobas y se hacen pruebas absurdas ("¿Qué mueble del atrezzo de Los hermanos Marx en el Oeste eres?"), sino la vía de expresión con la que los ciudadanos de Irán se saltan la férrea censura impuesta por su régimen teocrático.

Pero seguirá habiendo ciegos, de los que cumplen con otro dicho: "no hay mayor ciego que el que no quiere ver."

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