17.9.13

Veinte años no son nada...


Así era yo hacia 1995 o 1996

El pasado viernes, 13 de septiembre, se cumplieron 20 años del inicio de mi andadura como bibliotecario en la Universidad Carlos III de Madrid, un trabajo al que llegué casi por casualidad. Es mucho tiempo; me ha dado lugar a ver muchas cosas y, mirando hacia atrás, puedo contemplar los enormes cambios que ha sufrido este mundo (como todos los mundos), un cambio primero tecnológico, con un progreso constante, y ahora un cambio económico, con una crisis que no deja nada sano por muy importante que sea para el desarrollo de una sociedad.

Aquel 13 de septiembre, la entonces directora de la biblioteca, Margarita Taladriz, nos llevó a mí y a mi compañera Maite Rodríguez-Monteverde a la Escuela Politécnica Superior de Leganés, que ocupaba uno de los edificios "normalizados" que tanto abundan en la zona metropolitana Sur de Madrid para albergar institutos de enseñanza secundaria. Allí nos recibió la añorada Paloma Crego, que estaba al frente de algo que con mucho optimismo se llamaba biblioteca, ya que no era más que un aula, que hacía las veces de sala de lectura, aneja a un cruce de pasillos que había sido cerrado con paneles provisionales, donde estaba la hemeroteca y el mostrador de préstamo e información. Poco más allá, en un pequeño despacho, teníamos un ordenador donde consultar algunas bases de datos (Inspec y Mathsci, en CD-ROM; el Current Contents aún nos llegaba en disquetes de 3 y medio y había que pasárselo a los profesores de Informática para que los instalaran en una red Novell).

Todo esto ahora suena a chufla, pero entonces era muy avanzado: yo no llegué a conocer catálogos de fichas ni préstamo manual. Y es que en nuestra biblioteca siempre se procuró estar a la última. Los terminales "tontos" de acceso al OPAC eran un lujo asiático. Yo entré allí teniendo ya buzón de correo electrónico, en una época en que apenas era conocido (recuerdo el primer correo que recibí, una notificación de error del sistema, que me hizo tanta ilusión que la guardé durante meses). También conocí allí la Web, muy poco después de su invención (mi primer curso sobre ella se hizo sobre el navegador Lynx, es decir, aún sin interfaz gráfica) y las hoy vetustas torres de CD para consulta de bases de datos. Todo a la última.

De aquel instituto reconvertido pasamos al campus actual, al edificio Agustín de Betancourt, donde ocupamos un emplazamiento provisional durante cuatro años (aún se pueden ver por allí las rosetas de lo que fue nuestra primera "aula" informática") y luego nos trasladamos al actual edificio de la biblioteca, el Rey Pastor, otra maravilla que desde el principio contó con lo mejorcito que nos proporcionaba la tecnología, además de intentar ofrecer a profesores y alumnos un espacio cómodo y agradable para trabajar.

Casi doce años me pasé en Leganés, hasta que en febrero de 2005 vine a trabajar a Colmenarejo. Aquí fue donde entré en contacto con lo que conocemos como Web social, primero como entretenimiento (me di de alta en Facebook con la única intención de buscar a compañeros de promoción de la carrera) y luego como apuesta por un mejor flujo de comunicación con nuestros usuarios. Aquí también conocí Second Life y fui capaz  de conseguir que la biblioteca se implicase en un proyecto ambicioso pero arriesgado que finalmente, y por desgracia, no salió bien, pero que me dio bastantes satisfacciones.

Y luego llegó la crisis, que todo lo ha cuestionado. Mucho tiempo se llevaba hablando de la justificación del gasto, de la necesidad de aplicar criterios de gestión privada a instituciones como la nuestra, de hablar de "clientes", "productos", "competencia"... Una jerga que nunca me gustó pero que durante mucho tiempo no fue más que eso, jerga. Sin embargo, ahora se ha traducido en unos presupuestos cada vez más exiguos, una penitencia que estamos pagando por algo de lo que no somos responsables: el enorme despilfarro, propio de nuevos ricos, que una economía basada en el dinero fácil del ladrillo inculcó en nuestros políticos y cuyas nefastas consecuencias estamos padeciendo ahora: parece que la culpa de todo la tiene el sector público y por lo tanto hay que recortar, aunque tales tijeretazos indiscriminados y salvajes se escondan, con bastante poca sutileza y mucho cinismo, detrás de la palabra "reforma".

Y ahora me enfrento a un nuevo cambio: el 15 de octubre empezaré a trabajar en la nueva Biblioteca de la Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación: una preciosidad. Más cerca de mi casa, nuevas materias, nuevos profesores y alumnos, compañeros que no son nuevos ya que algunas de ellas entraron conmigo aquel ya un tanto lejano 1993... Renovarse o morir dice el refrán. Biblioteca nueva, biblioteca renovada, Paco, el boticario metido a bibliotecario renovado también veinte años después.



Aquí también (ya lo hice en Facebook el mismo día) quiero nombrar a las diez personas que entraron conmigo en aquella primera promoción de Técnicos Auxiliares de Biblioteca de la UC3M:

  • Juanan Espinosa
  • Concha García Pino
  • Luz González Regato
  • Cruz Hermida
  • Ana Matellano
  • Belén Mosquera
  • Inma Muro
  • Honorio Penadés
  • Maite Rodríguez-Monteverde
  • Toni Urbano
Hoy todos, salvo Cruz, que se fue pronto a la Complutense, y Toni, que está en la empresa privada, siguen en la UC3M, como yo. Ya falta menos para las bodas de plata...