4.2.14

Los MOOC y la "doctrina del 'shock'"



Para quienes no conozcan la obra de Naomi Klein (La doctrina del shock), su tesis es que para imponer las ideas ultraliberales de Milton Friedman y su escuela de Chicago, algunos países tuvieron que recurrir, con la inestimable ayuda de los Estados Unidos, a tratamientos de "shock", por ejemplo a golpes de estado que anularon la democracia y, por lo tanto, la capacidad de protestar y rebelarse del pueblo. Tal fue el caso de Chile, donde el gobierno de Allende, entre otras medidas, estaba poniendo en marcha una sanidad y una educación públicas admirables que fueron desmanteladas y privatizadas tras la llegada de Pinochet al poder. Aunque tampoco hacía falta una convulsión política: la devastación del Katrina fue también aprovechada para dinamitar las escuelas públicas de Nueva Orléans, por ejemplo, y sustituirlas por los miltonianos cheques escolares (que, por cierto, en España defiende ese partido que tiene la palabra "progreso" en su nombre).

Algo semejante ha pasado últimamente en España y Europa: continuamente se nos ha machacado con aquello de que estábamos al borde del abismo y con esa excusa se han aplicado intolerables recortes en sanidad, educación, dependencia y otros servicios, siempre en detrimento de los ciudadanos pero a favor del poder económico, que al no poder sacar tajada ya del ladrillo, ha de "diversificarse".

¿A qué viene todo esto? ¿Y qué tiene que ver con los MOOC? La idea que tenemos del "shock" es siempre la de algo traumático, negativo. Pero también puede provocar un "shock" una noticia positiva: que nos toque la lotería, por ejemplo. Y eso debieron de pensar algunos dirigentes políticos cuando surgieron los MOOC, cuando causaron ese "shock" positivo: ¿Cursos ofrecidos por profesores de Stanford, Harvard o el MIT, gratuitos y al alcance de cualquiera? ¡Eureka!

Y si no, que se lo pregunten a los responsables políticos de California, que vieron en los cursos en línea una magnífica oportunidad para reducir costes en su sistema público universitario. Es de imaginar que en los sueños húmedos de los ultraliberales sería fabuloso sustituir ese foco de gastos que es la universidad pública por un estupendo repositorio de cursos en línea realizados por prestigiosos profesores y comprados a compañías que se dedicarían a comercializarlos. ¿Para qué pagar a profesores, que encima suelen ser contestatarios y conflictivos? ¿Para qué mantener esos costosos campus, esas instalaciones, para qué las becas? ¡Si por dos reales conseguimos esos cursos en línea, de alta calidad y a buen precio! Y el "shock" en que vivía el mundillo con esa iniciativa impediría ver lo que realmente se pretendía. Finalmente, nos podríamos encontrar con un grupito de empresas que gestionase el material con más prestigio, un oligopolio que se dedicaría a vender cursos a diestro y siniestro y con unas universidades que no serían más que el agente comercial de esas empresas...

¡Buf! Menos mal que esto no son más que imaginaciones mías. Desde lo anterior, los MOOC han seguido otros derroteros. Ayer mismo, unos compañeros se preguntaban en Twitter si se había pinchado ya la "burbuja MOOC", a la vez que se asombraban al ver que el país de la Unión Europea que más cursos de este tipo está ofreciendo es España.Yo no lo creo así; me parece que lo que va a ocurrir va a ser una especie de mezcla de todo el batiburrillo que está incluido en este mensaje aparentemente caótico. Hemos mostrado la zanahoria de los MOOC, que están muy bien pero cuestan mucho tiempo y dinero que hay que recuperar. Una vez abierto el tarro de la miel y mojados los labios en ella, pasamos al plan B. Convertimos los MOOC en SPOC ("Small Private Online Courses", pequeños cursos privados en línea), aprovechamos lo aprendido de la técnica para elaborarlos y la aplicamos en pequeños cursos que sólo ofreceremos a nuestros alumnos, que, por supuesto, pagarán por ellos. Reducimos costes, recuperamos lo invertido, etc., etc., etc.

Y, por cierto, el defecto que le veo yo a esto no es nada de lo anterior (me parece bien que la Universidad quiera recuperar lo invertido de alguna forma), sino que esta revolución tecnológica no viene acompañada de una revolución pedagógica. Si pensamos que un MOOC no es más que una clase grabada seguida de un cuestionario, poco -o nada- habremos avanzado.